lunes, 27 de mayo de 2013

Déjà vu

Es la pregunta que flota en el ambiente cada fin de temporada. ¿Por qué somos de Osasuna? Y la respuesta se representa con el mismo final agónico, casi indescriptible, con el corazón palpitando aún y la adrenalina a tope. Y es que en la vida, como en el fútbol, hay deja vu

Porque empieza el partido, el de ayer, aunque podría ser el de cualquier otra campaña a finales de mayo, y la gente se mira y se entiende. Hay que animar una y otra y otra vez hasta que los brazos se cansen y necesites parar para coger aire. Ayer empezó así el partido. “Parece que vamos a la guerra” – le dije a una asidua rojilla. “Es que vamos a la guerra”-me contestó. 

Y la cosa empezó bien, con un gol tempranero del Betis. En esos partidos, como ayer, los rojillos nos arremolinamos en torno al del transistor, que por un instante sabe que tiene la exclusiva. Y corre como la pólvora, ¿eso nos favorece?, preguntamos unos a otros casi gritando. Y entonces una corriente de energía colectiva envuelve la grada. ¡Sí! Y seguimos a lo nuestro, juntos. Aunque los nervios se llevan por dentro. El del transistor sigue y los buenos resultados también, excepto el Celta. 

En el descanso, hay tregua para la mente y el cuerpo. “¿Cómo lo ves?”, es hablar por hablar, pero es necesario para matar los nervios. Y la historia de Osasuna se repite. Gol del Sevilla. Nos miramos todos. Unos se agarran la cabeza y miran al cielo, otros gritan y se acuerdan de todos. Y así poliki poliki, creyendo en San Fermín, San Andrés o lo que sea, los rojillos vuelven a levantar la voz. A creer que se puede. No se sabe cómo, en esa histeria colectiva, llega el gol. Eso es indescriptible y más viniendo de alguien a quien no han conseguido parar: Patxi Puñal. Crees en todo, te abrazas a todos y aplaudes con furia. 

El jugador rojillo con más partidos disputados del C.A. Osasuna, Patxi Puñal




A un gol de Primera, pero los minutos corren. Apenas a diez minutos del final, explotas con el segundo. Solo queda animar, como al principio. Como siempre. 


lunes, 13 de mayo de 2013

Gol...y no pidas más

      Desde hace tiempo defiendo que las palabras no alcanzan muchas veces a explicar la realidad. No voy a empezar un hilo filosófico, pero, en este capítulo de vida y fútbol, fútbol y vida; tengo claro que la pasión que se siente al celebrar un gol tras 70 minutos en tensión no se puede explicar. No niego que haya algún genio que pueda tocar la fibra, e incluso hacer revivir ese recuerdo y desempolvarlo al cabo de los años. Pero ese instante, ni aún pasando la vida entera juntando letras, me parece alcanzable en el terreno de las letras. Simplemente porque es la vida. Intenso. Apasionante. Loco. Inesperado.

   
      Como lo fue el gol de Arribas, defensa del C.A. Osasuna, en el minuto 70. Una afición incansable la rojilla que durante 90 minutos se empeñó en ser el jugador número 12. Lo logró. De ello daba buena cuenta el técnico del Getafe, Luis García: "Ha sido increíble, no ha parado de animar. Han jugado a mil por mil porque les empujaban", afirmaba en rueda de prensa.

     Esos 70 minutos antes tienen la culpa. Como cuando se acaricia algo con la punta de los dedos, una relación, una licenciatura a la que le quedan meses de vida, una carrera deportiva, un viaje soñado, en fin, sabes que está al llegar, que depende de ti, pero el tiempo pasa y aunque lo ves cerca no llega. La sensación es la misma, pero como ya apunté en 'Los auriculares, la madre que los trajo', se refuerza por la conexión que se crea con 19.000 espectadores más. Y, porque, en el fondo, tú no puedes hacer más que gritar, que cantar hasta que la garganta no responda, que tragar saliva para que las lágrimas no salgan, y saltar para matar los nervios,  o aplaudir hasta que te duelan los brazos y aún así pidas perdón por adelantado a tus brazos ya molidos, pero sigas aplaudiendo. Al menos hasta conseguirlo. Hasta que un señor vestido de negro pite el fin de esa locura colectiva y completamente irracional.

     Algo así sucede en los finales de temporada de Osasuna. Y del resto de equipos que pelean por la Primera. Y algo así es lo que afecta a niños, adolescentes, matrimonios, familias y ancianos. El ciclo de la vida se viste de fútbol. El sábado 11 de mayo pasé la mañana en Bilbao. Las estadísticas no engañan: de cinco personas al menos una llevaba un atuendo del Athletic. No eran niños y orgullosos padres de que su hijo vistiera la equipación oficial. Era gente de todo tipo.

-¿Ha organizado algo el club?(el Athletic no estaba salvado con 38 puntos), pregunté a mi primo, intrigada por semejante desfile de prendas rojiblancas.
- No. Siempre que juega el Athletic la gente se pone la camiseta desde la mañana (jugaban a las 16:00 horas).
- ¿De verdad?- insistí yo, incrédula aún ante semejante rito.
-Sí.

Como periodista, necesitaba confirmarlo por otras fuentes. Así que mandé un whatsapp a un periodista amigo mío de Bilbao.

- Estoy flipando. Estoy en Bilbao y todo el mundo está con la camiseta del Althletic. ¡Pero todo el mundo!.
- Jode, yo hoy curro, iré mañana que libro el lunes. Es que en Bilbao somos todos como el estereotipo: camiseta del Athletic, txapela...

No necesitaba más confirmaciones. "Somos todos", ya lo creo ya. Si cuento que la foto de mi primo de ocho años colándose en San Mamés compitió por un momento con la celebración de 25 años de casados de mis tíos creo que es suficiente. Suficiente para saber que un equipo, un gol de esos once jugadores, pertenece a todo el mundo. Lo que llevaban 70 minutos esperando, lo acaban de coger con las manos. Otra historia es cómo se aguanta hasta el pitido final.

                         Recibimiento de la afición rojilla al C.A. Osasuna a su llegada al Reyno de Navarra




   
   
   

miércoles, 8 de mayo de 2013

Los auriculares, la madre que los trajo

Los auriculares, un elemento clave de la locura futbolística




      Al menos desde un punto de vista se entiende la relación entre la vida y el fútbol: lo irracional. Así, normalmente, extraña que ese hombre pacífico, buen padre, amigo, que no levanta la voz, o esa periodista culta e inteligente, o el catedrático de la Universidad pasen una mala tarde porque su equipo ha perdido. O se muestre inusitadamente alegres porque su equipo ha ganado. Desde nuestro humilde asiento futbolero trataremos la irracionalidad. 

    Y así, se tilda de locura -y lo es- que desde las 8:00 de la mañana haya cientos de personas guardando respetuosamente su espacio en la fila o, que incluso durante la noche, se hayan instalado tiendas de campaña a pie de oficina como ocurrió en el Athletic - Barça de la Copa del Rey. Ni qué decir tiene que también hubo representación de las clásicas mesas de camping. Ese madrugón que no se lo pega uno ni por un buen café con bollos, pincho de tortilla vegetal, o croissant recién hecho de nata, ya que prefiere el calor de su cama, ni porque ese día le van a ascender, ni porque va a ser el primero en coger el periódico del bar porque sale su foto. Ni por esas. Pero sí, efectivamente, por una entrada.

     Aquí, por imperativos de la actualidad, nos detendremos en un elemento clave en la locura futbolera: los auriculares. Sí, en efecto, ese pequeño artilugio capaz de agrupar a votantes del PP, PSOE, Bildu, I-E y cuantos amalgamas de ideologías y partidos consideren, de niños, hombretones con puro, y chiquillas que han pisado por primera vez un estadio. Esas dos cuerdas que finalizan en una circular almohadilla movilizan a un estadio con 19.000, 50.000 o 98.000 espectadores. Para qué acudimos a espectáculos de magia si la tenemos enfrente. El caso es que todos los años se repite. Y este curso la Primera volverá a reírse y a pasarlo en grande. Normal. Imaginen la escena: un padre ansioso, como todos los que le rodean, mirando de izquierda a derecha, consultando el reloj, haciendo cuentas; su hijo, aún pequeño, comiendo palomitas tan a gusto -nadie le dice que tiene que compartir con su prima- , una mujer cubierta con la bufanda, la camiseta, la bandera y el collar con el escudo de su equipo, y dos rayas en sus mejillas, los dos amigos jubilados comentando sin modestia las jugadas...todos esperando, en su interior, que alguien rompa ese silencio.

     ¡Gol! Las palomitas saltan por alto, la mujer se agarra a su collar invocando a los santos, los jubilados se callan, por una vez, y todos miran inconscientemente al nuevo Mesías. ¡Gol!, repite él, que sabe que tiene la exclusiva por unos instantes. 'Del Mallorca, del Mallorca, dicen...¡Sí!, de Webó'. La noticia corre a la velocidad de la luz. ¡Eso nos salva! Y el estadio entero lo celebra como si acabaría de tener un hijo, ganar la lotería o irse al Caribe. Y los jugadores miran al banquillo y ven pulgadas hacia arriba, abrazos y al míster corriendo por la banda simulando que el mundo sigue igual aunque 19.000 espectadores estén, de repente, conectados. Los auriculares, la madre que los trajo.

      Pero esos pequeños transformadores del mundo también pueden dar malas noticias. Y si, por ejemplo, es el Getafe el que marca y hunde a su equipo en la miseria y hace que su equipo rompa con la Primera hasta darse un tiempo...entonces es el desastre. Eso no lo levanta nadie. Un silencio sepulcral recorre el estadio. Todos se entienden sin necesidad de palabras, paladeando lentamente el descenso a los infiernos. Una mirada de cualquier seguidor es un reflejo de todas las demás. Idénticas, exactas, tragando saliva y cerrando los ojos. Y los jugadores, de repente, lo entienden. Sus piernas pierden músculo, el balón deja de correr como antes, y la portería contraria se torna en la quimera de salir de esa liga con honra. El Míster sigue corriendo, aunque 19.000 espectadores estén, de repente, abatidos.

 

martes, 7 de mayo de 2013

La terapia del grito


      A falta de cuatro jornadas para que la liga BBVA finalice, y comience el chismorreo de fichajes, piropos de futbolistas a clubes y viceversa, y me gustas, estoy bien aquí, la ciudad y el club se han portado bien conmigo, pero él tiene algo especial (el bolsillo se va a llenar más rápido y con más cantidad), y la relación acaba aquí, en fin, antes de que todo esto empiece, hay siete clubes que se juegan mantener una relación de Primera en 360 minutos. Athletic (38 puntos), Granada (35 puntos), Zaragoza (33 puntos), Osasuna (33 puntos), Deportivo (32 puntos), Celta (31 puntos) y Mallorca (29 puntos). 

      Como en todas las relaciones, hay crisis. Y a grandes males, grandes remedios. En este caso, por proximidad y cercanía a los colores, toca analizar al C.A.Osasuna. El 9 de marzo de 2013 se publicaba en Te interesa los estadios de Primera División que, literalmente, más gritaban. Como la aldea gala de Astérix y Obelix defendiéndose de los romanos con la pócima mágica, y las uñas, los dientes y lo que hiciera falta, el Sadar, oficialmente Reyno de Navarra, resulta el mejor símil. Es el estadio que tiene el récord de decibelios de ruido en España. En sus asientos se alojan 19.000 seguidores rojillos como máximo. No hace falta imaginar cómo debieron gritar para superar al segundo en la lista el Nou Camp, con capacidad para 99.354 blaugranas, y detrás el Bernabeu, apto para 85.454 madridistas.


La afición rojilla animando al C.A.Osasuna en el Reyno de Navarra


     A la grada rojilla, navarros en su mayoría, le gusta estar ahí, con los suyos, ser una mosca cojonera con los rivales, y que el contrario sepa que no son 11 sino 12 los que están en el campo. Pero los últimos resultados, no se gana un partido en el Sadar desde el 17 de febrero, en un Osasuna - Zaragoza, han desinflado a la hinchada. En las últimas cinco jornadas solo se ha cosechado dos puntos de quince posibles, frente al Rayo Vallecano y Real Sociedad. De los pretendientes de abril, es el peor.

    No es la primera vez ni será la última. De hecho, Osasuna, que cumple su décimo aniversario con la Primera, conoce cómo conquistarla a última hora. Aprisa y corriendo y bajo los consejos de su celestina afición. En la temporada 2010 -2011, ocupaba la 16 posición con 38 puntos.A uno del infierno, de la ruptura.  En aquella ocasión consiguió nueve de doce posibles remontando resultados adversos como un 0-2 frente al Sevilla.  Ahora también está a un punto -el descenso se sitúa en 32 puntos- y aún depende de sí mismo. Para seguir conquistando la Primera deberá ganar al Getafe este domingo.

    Mirando atrás, Osasuna puede sacar pecho. Probablemente es el equipo mejor preparado para afrontar las cuatro finales. No tanto por su equipo -muy justo en líneas como el ataque y el medio campo, aunque con, esperemos, carisma suficiente-, sino por su afición. Ésa que, aunque cansada y aburrida de ese estresante arrime de hombro a final de primavera, volverá a estar allí. Como en la vida, tras varias crisis, es hoy una relación algo desgastada, pero incondicional. Sabedora de sus defectos y virtudes. No es hora de bajar los brazos, la aldea rojilla volverá a ser lo que fue, aunque a la vuelta de la esquina esté el tirón de orejas. Y es un plus importante frente a otros pretendientes. Porque lo único que importa es salvar la relación y para eso hay que unir fuerzas. De la mejor manera: gritando.

    Por eso no es casualidad tampoco que en enero se presentara la campaña A por ellos - Eman gogor. Es muy sencilla y terapéutica. No hay que sacar cartulinas de colores cuando sale el equipo, ni es una renovación del himno, ni un personaje famoso, no, no. Consiste en gritar. Es el grito que sale de una relación que se quiere salvar, pero que a veces agota. Pero, en esencia, es Osasuna. Y así lo quiere su afición. De ahí que, el próximo domingo, el grito será uno. La aldea se vestirá de número doce.