lunes, 13 de mayo de 2013

Gol...y no pidas más

      Desde hace tiempo defiendo que las palabras no alcanzan muchas veces a explicar la realidad. No voy a empezar un hilo filosófico, pero, en este capítulo de vida y fútbol, fútbol y vida; tengo claro que la pasión que se siente al celebrar un gol tras 70 minutos en tensión no se puede explicar. No niego que haya algún genio que pueda tocar la fibra, e incluso hacer revivir ese recuerdo y desempolvarlo al cabo de los años. Pero ese instante, ni aún pasando la vida entera juntando letras, me parece alcanzable en el terreno de las letras. Simplemente porque es la vida. Intenso. Apasionante. Loco. Inesperado.

   
      Como lo fue el gol de Arribas, defensa del C.A. Osasuna, en el minuto 70. Una afición incansable la rojilla que durante 90 minutos se empeñó en ser el jugador número 12. Lo logró. De ello daba buena cuenta el técnico del Getafe, Luis García: "Ha sido increíble, no ha parado de animar. Han jugado a mil por mil porque les empujaban", afirmaba en rueda de prensa.

     Esos 70 minutos antes tienen la culpa. Como cuando se acaricia algo con la punta de los dedos, una relación, una licenciatura a la que le quedan meses de vida, una carrera deportiva, un viaje soñado, en fin, sabes que está al llegar, que depende de ti, pero el tiempo pasa y aunque lo ves cerca no llega. La sensación es la misma, pero como ya apunté en 'Los auriculares, la madre que los trajo', se refuerza por la conexión que se crea con 19.000 espectadores más. Y, porque, en el fondo, tú no puedes hacer más que gritar, que cantar hasta que la garganta no responda, que tragar saliva para que las lágrimas no salgan, y saltar para matar los nervios,  o aplaudir hasta que te duelan los brazos y aún así pidas perdón por adelantado a tus brazos ya molidos, pero sigas aplaudiendo. Al menos hasta conseguirlo. Hasta que un señor vestido de negro pite el fin de esa locura colectiva y completamente irracional.

     Algo así sucede en los finales de temporada de Osasuna. Y del resto de equipos que pelean por la Primera. Y algo así es lo que afecta a niños, adolescentes, matrimonios, familias y ancianos. El ciclo de la vida se viste de fútbol. El sábado 11 de mayo pasé la mañana en Bilbao. Las estadísticas no engañan: de cinco personas al menos una llevaba un atuendo del Athletic. No eran niños y orgullosos padres de que su hijo vistiera la equipación oficial. Era gente de todo tipo.

-¿Ha organizado algo el club?(el Athletic no estaba salvado con 38 puntos), pregunté a mi primo, intrigada por semejante desfile de prendas rojiblancas.
- No. Siempre que juega el Athletic la gente se pone la camiseta desde la mañana (jugaban a las 16:00 horas).
- ¿De verdad?- insistí yo, incrédula aún ante semejante rito.
-Sí.

Como periodista, necesitaba confirmarlo por otras fuentes. Así que mandé un whatsapp a un periodista amigo mío de Bilbao.

- Estoy flipando. Estoy en Bilbao y todo el mundo está con la camiseta del Althletic. ¡Pero todo el mundo!.
- Jode, yo hoy curro, iré mañana que libro el lunes. Es que en Bilbao somos todos como el estereotipo: camiseta del Athletic, txapela...

No necesitaba más confirmaciones. "Somos todos", ya lo creo ya. Si cuento que la foto de mi primo de ocho años colándose en San Mamés compitió por un momento con la celebración de 25 años de casados de mis tíos creo que es suficiente. Suficiente para saber que un equipo, un gol de esos once jugadores, pertenece a todo el mundo. Lo que llevaban 70 minutos esperando, lo acaban de coger con las manos. Otra historia es cómo se aguanta hasta el pitido final.

                         Recibimiento de la afición rojilla al C.A. Osasuna a su llegada al Reyno de Navarra




   
   
   

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